Un 7 de junio de 1917, el imponente volcán de San Salvador sorprendió el territorio capitalino. En este 2024, se cumplen 107 años desde su última actividad eruptiva.

La iglesia católica celebraba el día dedicado a la festividad de Corpus Christi, cuando a las 6:55 de la noche, luego de celebrar la eucaristía, tres potentes  terremotos de origen volcánico devastaron las localidades de San Salvador , Mejicanos, Apopa, Nejapa, Quezaltepeque, Suchitoto, San Juan Opico, El Paisnal, Santa Tecla, Armenia, San Julián, Sacacoyo, Tepecoyo, Ateos, Caluco y San Vicente.

Exactamente, a las 7:30 de la noche, San Salvador volvió a sacudirse en un segundo terremoto que derribó casas, edificios públicos y religiosos, y la destrucción de muchos terrenos que causó el pánico en los capitalinos.

A las 8:11 de la noche, el volcán de San Salvador, entra en erupción, emanando lava por  varios puntos de siete grietas en los cráteres secundarios que habían sido provocados por los terremotos de magnitudes entre 5.4 y 6.7 grados en la escala de Richter.

Los movimientos telúricos, también afectaron a los municipios sonsonatecos de Armenia, San Julián, así como a los de La Libertad: Sacacoyo, Tepecoyo, Ateos y otros lugares situados al borde de la gran falla que se extiende en la cadena costera que va desde Caluco, en Sonsonate, hasta el desagüe del lago de Ilopango, en San Salvador.

Unos 34 minutos pasaron desde la explosión, cuando a las 8:45 de la noche de ese 7 de junio, ocurre un tercer terremoto menos fuerte que el primer sismo, pero con el poder de lanzar a personas y objetos, según Jorge Lardé y Larín en su libro «El Salvador: Inundaciones e incendios, erupciones y terremotos”.

De las 9,000 casas que existían en la capital salvadoreña, 200 quedaron intactas y alrededor de 1,050 personas murieron durante la noche de la tragedia en San Salvador. Posteriormente se dio la erupción del cráter secundario de Los Chintos (al norte del volcán de San Salvador, hacia el municipio de Quezaltepeque) y con la evaporación de la laguna situada dentro del cráter principal de El Boquerón. La erupción fue tan grande que dicho manto de lava cortó un trayecto de la línea férrea entre Quezaltepeque y Sitio del Niño, ahora zona conocida como El Playón.

La actividad eruptiva constante del grande de San Salvador permaneció hasta el 10 de junio con «Los Chintos” activados; sin embargo, las últimas fumarolas del coloso fueron vistas a finales de ese mes, entre los días 28 y 29, según Lardé y Larín. El Volcán de San Salvador, según investigaciones, perdió mil metros de altura debido a las erupciones volcánicas ocurridas hace unos 60 mil años.

El gigante duerme, y aunque el monitoreo y los estudios indican que de momento el volcán no muestra signos de un despertar, los expertos e instituciones se mantienen en constante supervisión ante una posible nueva erupción.

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