La situación entre Ucrania y Estados Unidos ha vivido un giro negativo en los últimos días, con la administración de Donald Trump adoptando una postura más distante y menos comprometida con los esfuerzos de Kiev frente a la invasión rusa. Esta semana, Ucrania experimentó un golpe a sus expectativas cuando la Casa Blanca evitó condenar una masacre perpetrada por Rusia en la ciudad de Sumi el Domingo de Ramos, y Trump rechazó las solicitudes de Kiev de adquirir sistemas antiaéreos Patriot, que son cruciales para protegerse de los misiles balísticos rusos.
La relación entre los líderes de Ucrania y Estados Unidos, especialmente con Trump, parece estar pasando por una fase de tensión. El presidente ucraniano Volodymyr Zelenski criticó abiertamente la postura de la administración estadounidense, al señalar que el discurso de Rusia sobre el conflicto en Ucrania ha sido adoptado por algunos sectores en Washington, un comentario que aparentemente enfureció a Trump. En su habitual plataforma, Truth Social, Trump acusó a los medios estadounidenses de tratarlo de manera hostil durante una entrevista con Zelenski, y sugirió que el canal CBS debería ser castigado por difamación. Este episodio resalta un malestar creciente entre ambos países, sobre todo cuando las expectativas ucranianas sobre el apoyo estadounidense parecen estar desbordándose.
Desde que Rusia continuó su ofensiva, incluso después de que Trump sugiriera un alto al fuego y ofreciera su intervención, los ataques rusos no solo han sido persistentes, sino que han intensificado las tragedias. En particular, dos ataques devastadores han causado un gran número de víctimas, como los bombardeos en Krivi Rig y Sumi, que resultaron en la muerte de decenas de civiles, incluidos niños. A pesar de estos horrores, la administración Trump no ha implementado sanciones adicionales a Rusia, lo que aumenta la frustración en Ucrania.
En respuesta, asesores presidenciales ucranianos, como Mijailo Podoliak, han exigido medidas más estrictas, incluyendo un embargo total sobre la venta de energía rusa y un control más riguroso sobre las sanciones internacionales. Sin embargo, la falta de acción concreta por parte de Trump ha llevado a muchos en Ucrania a preguntarse: «¿Qué más tiene que hacer Putin para que Trump actúe?»
Esta postura de Trump genera inquietud en Ucrania, especialmente entre aquellos que inicialmente vieron en el presidente de EE.UU. a un aliado que podría presionar a Rusia de manera más efectiva. En cambio, muchos en Ucrania ahora consideran que el enfoque de Trump no solo es insuficiente, sino que incluso puede estar alineado con los intereses del Kremlin, lo que agrava aún más el sentimiento de desconfianza.
Además, la negativa de Trump a respaldar la compra de sistemas de defensa avanzados como los Patriot pone en evidencia la falta de apoyo tangible que Ucrania necesita para protegerse frente a los ataques aéreos rusos, lo que se interpreta como un desdén por las necesidades de seguridad ucraniana.
La relación entre Ucrania y los EE. UU. bajo la administración Trump, por lo tanto, no solo está marcada por la falta de empatía hacia la difícil situación del país, sino también por un desajuste en las expectativas. En lugar de la «paz a través de la fuerza» que Trump prometió inicialmente, la postura estadounidense hacia el conflicto parece ser cada vez más tibia e indiferente a las exigencias de Kiev, lo que profundiza el desencanto entre los ucranianos con la Casa Blanca.
Para muchos en Ucrania, la situación es una paradoja, pues consideran que mientras Trump ha mostrado una empatía considerable con otras crisis internacionales, como la de los rehenes israelíes de Hamás, la guerra en su país parece haber quedado relegada en la agenda internacional. Esto, sumado al continuo respaldo tácito a Rusia, solo ha agudizado la percepción de que Estados Unidos está adoptando una postura pasiva frente a los crímenes de guerra y las violaciones de derechos humanos cometidas por el Kremlin.
Este panorama deja a Ucrania con pocas opciones si sigue sin recibir el respaldo más efectivo y urgente que necesita, lo que podría continuar erosionando la confianza de la población en las promesas de los Estados Unidos.