Este 12 de marzo se conmemoran 48 años del asesinato del sacerdote jesuita Rutilio Grande, quien, junto a Manuel Solórzano, de 72 años, y Nelson Rutilio Lemus, de 15, fue víctima de un cruel atentado en las cercanías de Aguilares, al norte de San Salvador. Los tres fueron ametrallados a las 5:00 de la tarde del 12 de marzo de 1977, mientras se dirigían en un jeep tipo safari hacia El Paisnal, donde el Padre Grande oficiaría una misa.

El asesinato de Grande fue atribuido a los escuadrones de la muerte, quienes perpetraron este crimen por su labor pastoral comprometida con los más pobres y su denuncia de la injusticia social. El sacerdote jesuita recibió 19 impactos de bala de un proyectil blindado de uso militar, lo que reflejó la brutalidad del ataque.

La Iglesia Católica ha reconocido al Padre Rutilio Grande y a sus acompañantes, Manuel Solórzano y Nelson Lemus, como mártires de la fe, ya que su muerte fue causada por “odio de la fe”. En 2022, el Papa Francisco los beatificó, reconociendo su sacrificio en favor de la justicia y la dignidad humana.

¿Quién era el Padre Rutilio Grande?
Nacido el 5 de julio de 1928 en El Paisnal, Grande fue un sacerdote comprometido con la promoción de los derechos de los más desfavorecidos. Desde joven, mostró un profundo interés por la vida religiosa y, tras ingresar al seminario en 1941, se destacó como formador de futuros clérigos en el seminario de San José de la Montaña en San Salvador.

En 1967, comenzó su amistad con Monseñor Óscar Arnulfo Romero, la cual se fortaleció a lo largo de los años. En 1970, Grande fue maestro de ceremonias en la ordenación de Romero como obispo auxiliar de San Salvador. Su trabajo pastoral, especialmente en la parroquia de Aguilares, fue clave en la creación de las Comunidades Eclesiales de Base, un movimiento que promovía la justicia social y la igualdad, lo que le valió tanto elogios como críticas de terratenientes locales y sacerdotes conservadores.

Grande fue un firme defensor de la causa de los pobres y la justicia social, y su muerte marcó un antes y un después en la vida de Monseñor Romero. Este asesinato fue un punto de inflexión que llevó a Romero a convertirse en un firme defensor de los derechos humanos y a denunciar abiertamente la injusticia que sufrían los más vulnerables en El Salvador.

Legado y Martirio
El asesinato del Padre Grande no solo fue un ataque a su persona, sino un golpe a la causa de los más necesitados. La denuncia del arzobispado de San Salvador en 1977 apuntó a la «intensa labor pastoral» de Grande, una labor que «despertó conciencia» en la población campesina y que no fue bien vista por las élites del país.

El testimonio de Rutilio Grande, así como su sacrificio, continúa siendo una inspiración para aquellos que luchan por la justicia y la dignidad humana en El Salvador y en el mundo. Su vida y martirio, reconocidos por la Iglesia, son un recordatorio de la importancia de luchar por la verdad, la justicia y la paz, incluso en los momentos más oscuros.

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