Mauricio Funes Cartagena, quien se convirtió en 2009 en el primer presidente de izquierda de El Salvador, falleció la noche del martes en Managua, Nicaragua, donde residía desde 2016, tras haber solicitado asilo en ese país ante una serie de acusaciones de corrupción durante su gobierno (2009-2014). Funes tenía 65 años. Su deceso fue confirmado a Diario El Mundo por fuentes oficiales en ambos países.

El Ministerio de Salud de Nicaragua emitió un comunicado oficial en el que confirmó la muerte de Funes a las 9:35 p.m., tras haber estado gravemente enfermo.


Mauricio Funes inició su carrera política en 2006 con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), el histórico partido exguerrillero que lo postuló como candidato presidencial en 2007. En marzo de 2009, Funes ganó las elecciones presidenciales con un 51.32 % de los votos, poniendo fin a 20 años de gobiernos consecutivos de la derecha representada por la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA).

Las investigaciones por corrupción contra Funes comenzaron a intensificarse poco después de su salida del poder en 2014. A partir de 2016, el entonces fiscal general, Douglas Meléndez, inició una serie de procedimientos judiciales que involucraron a numerosos exfuncionarios de su gobierno, incluidos familiares cercanos. Funes se refugió en Nicaragua, donde el presidente Daniel Ortega le otorgó asilo y lo nacionalizó, impidiendo su extradición a El Salvador.

En los últimos años, Funes se autodenominó «perseguido político», manteniendo una activa presencia en las redes sociales, donde criticaba tanto a sus opositores como a antiguos aliados que testificaron en su contra. En 2024, fue condenado a 28 años de prisión por varios casos de corrupción, incluida la recepción de sobornos a cambio de favores gubernamentales. A pesar de las condenas, Funes continuó sus denuncias sobre lo que consideraba un «persecución judicial».

Durante su mandato, Funes también se vio involucrado en una serie de escándalos relacionados con la violencia en El Salvador, como el proceso de «Tregua con las pandillas», y otros casos judiciales relacionados con el lavado de dinero y evasión de impuestos.

El expresidente deja un legado complejo, marcado por logros en áreas como la educación y la salud, pero también por la sombra de las acusaciones de corrupción y abuso de poder que marcaron su mandato.

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