En su catequesis durante la audiencia general del pasado miércoles, el Papa Francisco abordó el dramático tema de la migración, rechazando las políticas de “leyes más restrictivas” y la “militarización de las fronteras”. En su discurso, el Papa calificó el rechazo a los migrantes como un “pecado grave”, destacando la urgencia de abordar esta crisis con compasión y humanidad.
Francisco reflexionó sobre las “rutas migratorias actuales”, que para muchas personas resultan mortales. Recordó que el Mediterráneo se ha convertido en un “cementerio” y subrayó que “estos muertos podrían haberse salvado”. El Papa criticó a aquellos que trabajan sistemáticamente para repeler a los emigrantes, afirmando que esto es un pecado grave cuando se realiza con conciencia y responsabilidad.
El Pontífice también denunció que “algunos desiertos se convierten en cementerios de migrantes”, condenando el abandono deliberado de personas en estas regiones inhóspitas. Hizo eco de la terrible imagen de Fati y su hija Marie, fallecidas en el desierto de Túnez, como un recordatorio de la tragedia migratoria.
En un llamado a la acción, Francisco afirmó: “En los mares y desiertos mortíferos, los migrantes de hoy no deberían estar. No es mediante leyes más restrictivas ni mediante la militarización de las fronteras como se resolverá esta crisis.” En lugar de eso, el Papa abogó por ampliar “las rutas de acceso seguras y legales para los migrantes” y facilitar el refugio a quienes huyen de la guerra, violencia, persecución y otras calamidades.
El Papa hizo un llamado a una “gobernanza mundial de la migración basada en la justicia, la fraternidad y la solidaridad”, y subrayó la necesidad de combatir el tráfico de seres humanos y detener a los traficantes que explotan la miseria ajena.
Francisco también alabó a “los buenos samaritanos” que trabajan para rescatar a los migrantes heridos y abandonados, citando organizaciones como la italiana ‘Mediterranea’. Destacó que estos esfuerzos son un signo de una humanidad que rechaza la cultura de la indiferencia y el descarte.
En su mensaje final, el Papa pidió a los fieles que no solo recen por los migrantes, sino que unan sus fuerzas para transformar los mares y desiertos en “espacios donde Dios pueda abrir caminos de libertad y fraternidad”.