La Asamblea Legislativa aprobó el martes, por unanimidad, que los restos mortales del sacerdote belga Rogier Georges Jan Ponseele, conocido como Rogelio Ponseele, sean sepultados en la Casa Pastoral de las Comunidades Eclesiales de Base (Cebes) en Perquín, Morazán Norte, como último deseo del religioso.
Este miércoles 26 de marzo, a las 9:00 de la mañana, se celebrará una misa de cuerpo presente en Perquín, seguida de una procesión por las principales calles del municipio, antes de su entierro en el sitio que él mismo había solicitado, en agradecimiento a su dedicación y apoyo a las comunidades del norte de El Salvador.
El sacerdote Ponseele, quien llegó a El Salvador en plena época de la guerra civil, siempre expresó su deseo de ser sepultado en la Casa Pastoral de las Cebes, lugar al que dedicó gran parte de su vida evangelizadora y pastoral. La iniciativa fue aprobada por los diputados en reconocimiento a su valioso legado de entrega y servicio a las comunidades de la región, que se vio reflejado en su trabajo incansable durante años en el norte del país.
Ponseele, nacido el 22 de mayo de 1939 en Guillegem, Bélgica, se ordenó sacerdote en 1965 y realizó estudios de español en la Universidad de Lovaina, en Bélgica. Durante su misión en El Salvador, el sacerdote fue un fiel acompañante de la población civil en Morazán, trabajando principalmente con las Comunidades Eclesiales de Base y ofreciendo apoyo espiritual en tiempos de conflicto y reconstrucción.
En 1998, fue nombrado párroco de la Parroquia Santiago Apóstol en Torola, San Fernando, Perquín y Villa El Rosario, distritos del norte de Morazán. Posteriormente, en 2002, fue designado vicario foráneo de las parroquias situadas al norte del departamento.
Ponseele también fue autor de tres libros con sus homilías, titulados Granito de Mostaza I, II y III. Además, su vida fue documentada en el libro Muerte y vida en Morazán, que refleja su trabajo y legado en la región.
El sacerdote falleció el 19 de marzo de 2025, tras sufrir un accidente de tránsito en la ruta de La Paz, cerca del desvío de Guanacaste, en Morazán. Su partida deja un vacío profundo entre las comunidades que acompañó, pero su legado perdurará en la memoria de muchos salvadoreños que vivieron su cercanía y compromiso con la justicia social y la paz.