La reciente reacción del Secretario de Comunicaciones de la Presidencia, Ernesto Sanabria, ante el video del tiktoker Yeik, ha desatado una tormenta de críticas y cuestionamientos. En un mensaje publicado en la red social X (anteriormente conocida como Twitter), Sanabria cuestionó abiertamente la actitud del influencer, quien, en un video que más tarde eliminó, saludó a un grupo de jóvenes con un «órale» mientras estos lucían una apariencia asociada a pandilleros. Un gesto, según Sanabria, completamente irresponsable e insensible para los más de 6 millones de salvadoreños que sufren las consecuencias del accionar criminal de las pandillas.
¿Será posible que este sujeto busque fama promoviendo asesinos de todo un pueblo, sobre quienes pesa la sangre inocente de más de 110 mil salvadoreños, entre niños, jóvenes, estudiantes, profesionales, amas de casa, hombres luchadores y adultos mayores?
¿Entenderá que es delito…— Neto Sanabria (@NetoSanabria) January 7, 2025
El tiktoker, tras la avalancha de reacciones negativas, se disculpó públicamente, aclarando que el momento era parte de un videojuego, GTA 5, y que en ningún momento su mensaje hacía referencia a las pandillas que han devastado al país. Sin embargo, el daño ya estaba hecho. Su disculpa, que vino acompañada de la promesa de no volver a hacer algo similar, no calmó las aguas de una nación que aún lleva en su memoria colectiva las cicatrices de años de violencia.
Pido disculpas si se mal
Interpreto ese momento, es parte de un videojuego que hacemos con mis seguidores de GTA 5.En ningún momento es en referencia a las pandillas que durante años atormentaron a las familias de mis seguidores.
Lamento el mal entendido y dejaré de hacerlo. https://t.co/SCtSBMngE4
— YEIK (@yeikxxx) January 7, 2025
¿Fama barata a costa de la tragedia?
La pregunta que surge tras este episodio es: ¿Será que Yeik, en busca de fama, está dispuesto a jugar con la tragedia de todo un pueblo? El Salvador lleva años luchando contra el monstruo de las pandillas, cuyo legado de sangre ha dejado más de 110,000 víctimas entre niños, jóvenes, estudiantes, amas de casa, profesionales, y hombres y mujeres de trabajo. Cada asesinato, cada secuestro, cada extorsión es un recordatorio de la brutalidad que ha azotado a las familias salvadoreñas.
En este contexto, un simple gesto, aparentemente inofensivo, puede ser percibido como una burla hacia el sufrimiento de millones. No se trata de un «malentendido» menor; se trata de la línea extremadamente delgada entre el entretenimiento y la apología del crimen, una línea que muchos se han visto tentados a cruzar por la búsqueda de más vistas, más seguidores y más popularidad, sin considerar las consecuencias de sus acciones.
Apología de terroristas: ¿Una broma sin consecuencias?
La pregunta se vuelve aún más pertinente cuando recordamos que en El Salvador, las pandillas han sido responsables de actos terroristas que han marcado de manera irreversible la historia del país. Durante más de tres décadas, estos grupos han sembrado el terror, asesinando y desplazando a miles de personas. Y en un contexto como este, cualquier manifestación que se perciba como una glorificación o trivialización de las pandillas es peligrosa.
El mismo Sanabria, en su publicación, destacó que hacer apología de estos grupos no solo es insensible, sino que puede ser incluso un delito. El marco legal salvadoreño, como el de muchos países, condena la apología del terrorismo, y no cabe duda de que las autoridades han de actuar con firmeza frente a cualquier intento de normalizar o trivializar la violencia. Este tipo de comportamientos no solo mancillan la memoria de las víctimas, sino que también alimentan la narrativa de aquellos que aún intentan revivir un pasado de horror y luto.
El respaldo popular a la lucha contra las pandillas
No es casualidad que, en medio de este contexto, más del 91% de la población salvadoreña apruebe las políticas de seguridad del Presidente Nayib Bukele. La guerra frontal contra las pandillas, que ha incluido medidas como el régimen de excepción y una política de cero tolerancia hacia los criminales, ha sido ampliamente respaldada por la sociedad civil, que busca recuperar la tranquilidad perdida durante décadas de sufrimiento. La lucha por la seguridad no es solo una cuestión política; es una cuestión de supervivencia para millones de salvadoreños que han vivido el infierno de la violencia pandilleril.
En este sentido, el mensaje de Yeik y su posterior disculpa no hacen más que poner de manifiesto lo desconectados que a veces parecen estar algunos jóvenes influencers de la realidad de sus seguidores, que viven día a día con la amenaza constante de las pandillas. Aunque sus disculpas son un paso en la dirección correcta, el daño a la percepción pública ya está hecho.
El juego con fuego: Influencers y responsabilidad social
Este episodio también resalta una discusión más amplia sobre el rol de los influencers en la sociedad actual. Con millones de seguidores, muchos de estos creadores de contenido tienen el poder de influir en la opinión pública y en las conductas sociales. El hecho de que este tipo de situaciones sean recurrentes muestra una falta de conciencia sobre el peso que tienen ciertas imágenes y mensajes, especialmente cuando estos están relacionados con temas tan sensibles como la violencia y el crimen organizado.
Si bien el humor y la ironía son elementos comunes en las redes sociales, el límite entre el entretenimiento y la apología del crimen es un terreno resbaladizo. ¿Hasta qué punto los influencers deberían ser responsables de las implicaciones de sus acciones? ¿Es la popularidad tan importante como para arriesgar la seguridad y el bienestar de una nación? La respuesta parece clara para muchos salvadoreños: no, no lo es.
Aunque Yeik haya pedido disculpas y se haya retractado, la polémica no parece resolverse fácilmente. En un país marcado por el dolor y la lucha constante contra el crimen, no se puede trivializar la violencia ni tomarla como un tema para la diversión o el entretenimiento. Los influencers, al igual que cualquier otra figura pública, tienen una responsabilidad con la sociedad y deben ser conscientes de las repercusiones de sus palabras y actos. El Salvador ha sufrido demasiado y sigue luchando por sanar las heridas del pasado.
La seguridad, como bien señaló Sanabria, no es un juego, y tampoco lo es la apología del crimen. Es hora de que aquellos que tienen la voz para influir en millones reflexionen sobre las consecuencias de sus acciones, antes de que el precio que paguen sea aún más alto de lo que imaginan.