El derrocado presidente sirio Bashar al Asad negó el lunes haber planificado su huida de Siria y calificó a los nuevos dirigentes del país de «terroristas», tras su salida hacia Rusia hace poco más de una semana. El colapso de su régimen, ocurrido después de una ofensiva relámpago dirigida por el grupo islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS), sorprendió al mundo y desató celebraciones en Siria y en varios países con comunidades sirias en el exilio.
Al Asad, en sus primeras declaraciones desde su partida, afirmó a través de un comunicado en inglés difundido por Telegram que su huida no fue planificada, ni tuvo lugar en las últimas horas de la batalla, como se había afirmado. Aseguró que permaneció en Damasco, «cumpliendo con mi deber», hasta la madrugada del domingo 8 de diciembre. Según su relato, ante el avance de los insurgentes hacia la capital, se desplazó a Latakia, en la costa mediterránea, para «supervisar las operaciones de combate» en coordinación con Rusia, su principal aliado en el conflicto.
«Moscú pidió (…) una evacuación inmediata hacia Rusia la noche del 8 de diciembre», precisó Al Asad, quien agregó que su país ahora estaba «en manos de los terroristas», refiriéndose a los insurgentes liderados por HTS. Este grupo, que fue originalmente una rama siria de Al Qaeda, sostiene haber roto con el yihadismo, aunque sigue siendo clasificado como «terrorista» por varios países occidentales, como Estados Unidos y el Reino Unido.
La respuesta internacional
Tras la caída de Al Asad, las cancillerías occidentales, inicialmente cautas, intensificaron sus esfuerzos para establecer contacto con los nuevos dirigentes sirios, principalmente con Abu Mohamed al Jolani, líder de HTS. Kaja Kallas, jefa de la diplomacia de la Unión Europea, indicó que la UE no podía permitir «que se deje un vacío de poder» y que abordará con las nuevas autoridades sirias la presencia militar y la influencia de Rusia en el país.
Varios ministros europeos subrayaron que una de las condiciones para cualquier transición sería la eliminación de la influencia de Rusia sobre Siria. En este contexto, el enviado especial de la ONU para Siria, Geir Pedersen, se reunió en Damasco con al Jolani, a quien reafirmó la necesidad de una transición «creíble e inclusiva».
Por su parte, Reino Unido y Estados Unidos también establecieron contacto diplomático con HTS, que sigue insistiendo en que ha roto sus vínculos con el yihadismo. Mientras tanto, Turquía, un actor clave en el conflicto y apoyo de las nuevas autoridades sirias, reabrió su embajada en Damasco el sábado, expresando su disposición a suministrar ayuda militar al nuevo régimen.
Perspectivas de futuro
La situación en Siria es incierta, con el país dividido entre diferentes facciones y potencias internacionales involucradas. La caída de Al Asad marca un giro significativo en la guerra civil que comenzó en 2011, y la comunidad internacional se enfrenta al desafío de gestionar una transición política que permita la estabilización del país y la paz duradera, aunque los términos y condiciones de esa transición siguen siendo un tema de debate entre las potencias internacionales y los nuevos actores en el terreno.