Por Cesar Ríos

Director AAMES

Asociación Agenda Migrante El Salvador

Las relaciones entre El Salvador y Estados Unidos han fluctuado significativamente desde que el presidente Nayib Bukele pronunció su emblemática declaración de soberanía: «Déjennos construir nuestro propio país, queremos ser como ustedes». Esta afirmación marcó el comienzo de una nueva era para la nación centroamericana, delineando un camino de independencia y autosuficiencia en sus relaciones internacionales.

Durante los primeros años de su mandato, Bukele se enfrentó a tensiones con Estados Unidos, especialmente con la embajadora Jean Manes, quien tuvo dificultades para comprender la nueva gobernanza en El Salvador. Esta situación llevó a un vacío diplomático, con largos meses sin un representante estadounidense en el país. En respuesta a los países que criticaban su enfoque de derechos humanos, Bukele provocativamente ofreció: «Si tanto quieren a los delincuentes, se los enviamos; se los damos al dos por uno».

A pesar de las controversias, la estrategia de Bukele ha producido resultados significativos en el control de la delincuencia, consolidando su popularidad tanto a nivel nacional como internacional. Bajo su liderazgo, El Salvador ha visto una notable disminución en los índices de criminalidad, lo que ha llevado a Bukele a autodenominarse «el presidente más cool del mundo». Su estilo único y audaz ha capturado la atención global, elevando su perfil como una figura influyente en la política mundial.

Bukele no ha dudado en criticar abiertamente el orden político, económico y social de Estados Unidos, incluso desde territorio norteamericano. Esta actitud desafiante resulta especialmente provocativa en el contexto de la política interna estadounidense, y ha sido difícil de soportar para líderes como Donald Trump. En su campaña presidencial anterior, Trump adoptó una postura dura contra México, prometiendo que «México pagará su propio muro». Ahora, parece que busca colgarse de los avances de El Salvador, un país que nunca ha exportado delincuentes a Estados Unidos.

Estados Unidos, como imán de mano de obra, atrae tanto a trabajadores en busca de superación como a delincuentes huyendo de la justicia. La economía norteamericana demanda una fuerza laboral constante, lo que despierta el interés de miles de salvadoreños que ven en el norte una oportunidad para mejorar sus vidas. Sin embargo, nadie puede garantizar la solvencia moral de todas las personas en movilidad. Durante las administraciones de Clinton y Obama, Estados Unidos deportó a muchos delincuentes salvadoreños, identificados y repatriados bajo estrictos controles.

En la era Bukele, los datos migratorios expresan una notable reducción del 40% en la migración irregular. El Salvador se ha convertido en un ejemplo en la región al optar por una migración ordenada o migración laboral. En los últimos dos años, más de 11 mil salvadoreños han sido movilizados en un esquema de migración circular, demostrando el compromiso del gobierno con una gestión migratoria responsable y beneficiosa tanto para los migrantes como para el país receptor.

Entonces, las relaciones entre El Salvador y Estados Unidos están marcadas por una compleja interacción de desafíos y oportunidades. Bajo el liderazgo de Bukele, El Salvador ha adoptado una postura más independiente y soberana, enfrentando de manera directa tanto a sus críticos internos como externos. Este nuevo capítulo en la política salvadoreña, con sus éxitos y controversias, continúa redefiniendo la dinámica bilateral con Estados Unidos, reflejando un período de cambios significativos en la región.

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