Rusia busca seguir sumando fichas del tablero diplomático mundial. En una nueva acometida para recuperar su papel como potencia global, y en avance en su giro geoestratégico hacia Asia, el presidente ruso, Vladímir Putin, y el líder norcoreano Kim Jong-un celebran este jueves en Vladivostok su primera cumbre bilateral. La cita se produce en un momento delicado, con las conversaciones sobre la desnuclearización de Pyongyang entre EE UU y Corea del Norte congeladas, y la relación entre Washington y Moscú cada vez más tensa. Acercándose a Putin, Kim busca demostrar que tiene más aliados que China.

El líder norcoreano acude a Vladivostok, en el lejano oriente ruso, en busca del apoyo de su antiguo aliado de la Guerra Fría para aliviar la maltrecha economía de su país, ahora todavía más tocada por las sanciones internacionales contra su programa nuclear. Kim Jong-un, que llegó a la ciudad portuaria del Pacífico a bordo de uno de sus famosos trenes blindados y fue recibido con todos los honores, también quiere mostrar su perfil diplomático.

Y más después de que la cumbre de desnuclearización con el presidente Estados Unidos, Donald Trump, del pasado febrero en Vietnam terminase muy abruptamente y en completo fracaso. Al parecer por las diferencias sobre las demandas de Pyongyang —que en 2003 se retiró del Tratado de No Proliferación Nuclear— sobre su desarme y hacer posible el levantamiento de las sanciones. Kim ha decidido tocar la tecla rusa para ver si, entre su cercanía a Pekín y ahora a Moscú, puede presionar a Washington.

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